Bienvenidos a este, mi pequeño espacio. Las letras son mi pequeña obsesión, por lo que me encantaría compartir con vosotros los resultados de esta pasión. Compartiré mi opinión de los libros que vaya leyendo, pero además me gustaría que podaís leer mis propios cuentos, relatos y escritos. Es un espacio personal, pero espero poder convertirlo en algo que podáis disfrutar conmigo.

lunes, 25 de febrero de 2013

El Blues de San Luis

Julia es una joven de quince años que ha pasado su vida entre los muros de San Luis, un cortijo en mitad de las propiedades de su familia, rodeada de sus hermanos y su padre. De pronto, sin explicaciones ni motivos, su familia se deshace de ella y la envían a Estados Unidos, donde vive su tío. Una vez allí hará cualquier cosa por saber lo que está pasando... incluso seducir a un hombre.







Como os he dicho esto es una "opinión" un poco diferente de a las que os tengo acostumbrados, y es que esta es mi propia novela, una historia que hoy he querido presentaros y de la que pronto iremos sabiendo más cosillas. Así que, ¿qué os puedo decir? Mmmm... os puedo decir que es una historia de amor, pero también de amistad. Que os reiréis a veces, y que otras veces lloraréis, que os enamoraréis de Nathan... ¿O puede que de Pitt?
Espero que os guste... en unos días los primeros capítulos estarán disponibles, y espero que pronto podáis comprar la novela.
Por cierto ¿Qué os parece la portada?

lunes, 18 de febrero de 2013

Nicolae.

Aviso: Si no has leído "Draculesti. El legado del diablo" no recomiendo leer este artículo (spoilers de la novela anterior).


El joven Nicolae Dalakis tiene la oportunidad de dirigir su ejército por primera vez. Para ello debe encontrarse con Vlad Tepes y unirse a sus fuerzas en Bucarest.

Esta novela corta narra unos días de la vida de Nicolae, el protagonista de la Saga Draculesti, mucho, mucho antes de conocer a Ángela. Todos sabéis que el primer libro de la saga me encantó, y este spin off me merece la misma opinión.
El protagonista no es el mismo hombre de "El legado del diablo", sino un joven de veintidós años, inexperto todavía, con la arrogancia y la temeridad de la juventud. Cuando lees esta novelita (una tarde es más que suficiente) te das cuenta de que, a pesar de no ser el mismo hombre, su evolución es la lógica. Ves las maneras de ese muchacho y dices "se ve qué va a ser este hombre", y eso no es nada fácil de conseguir. Cristina Roswell, que cuento entre mis amigas, aunque cuando leí la primera novela no la conocía en absoluto (dí con Draculesti por casualidad, y la primera vez que hablé con su autora fue para felicitarla por su novela), ha sabido plasmar cómo cambian las personas a lo largo de los años, sin dejar de ser ellos mismos, aunque podía haberse limitado a presentarnos al mismo personaje en otra aventura.
La historia está muy bien documentada y situada. A pesar de su corta extensión, es capaz de arrastarte a 1476, a una batalla que está en los libros de Historia. Pero Nicolae no es el único personaje de Draculesti que veremos, aunque obviamente sí el principal: también vemos a su hermana Constanza, y nos enteramos de qué es lo que pasó con Phineas para que Nicolae lo odie.
Conoceremos a Steilan, un personaje que a mi particularmente me encantó, y me supo a poco su participación (¡¡quiero más de Steilan!!), y sabremos a ciencia cierta la relación que lo une con Vlad Tepes, aunque esto se intuye bastante en Draculesti.
En definitiva, una muy buena historia para conocer mejor a un personaje que ya nos encandiló en "Draculesti. El legado del diablo".

viernes, 15 de febrero de 2013

Los siete hombres



Los siete hombres estaban alrededor de la joven inconsciente. La vieja a la que habían contratado había cumplido y la droga no había tardado en hacer efecto.
El primero de ellos, el jefe de los asesinos y criminales que se ocultaban en el bosque para eludir a la justicia, habló.
-Dejadme a solas con ella.
Ninguno quería hacerlo, todos querían ser el primero. Pero nadie osaba enfrentarse al jefe, era el líder por algo. Bueno, en realidad era el líder porque había matado al anterior jefe.
El hombre cerró la puerta tras él. La hermosa muchacha yacía como muerta. No era eso precisamente lo que le gustaba, él prefería que gritasen y llorasen, pero teniendo en cuenta que llevaba dos años conviviendo sólo con hombres, tampoco es que estuviese muy exigente en aquel momento.
La desvistió, sabía que el cuerpo desnudo sería una preciosidad. No le defraudó, la chica era considerada una belleza con motivo, sus curvas eran perfectas. Se bajó los pantalones y la montó.
No fue delicado, aunque tampoco hubiese sabido cómo serlo. El cuerpo desmayado aguantaba los embates sin moverse, el hombre no se sorprendió al notar la fina capa que demostraba que él era el primero en llegar allí. La mujer era tan inocente que había aceptado quedarse con los hombres pensando que la protegerían. En cierta forma había tenido razón, si algún otro hubiese querido arrebatarles aquel dulce juguete, lo habrían matado sin dudarlo.
Terminó, demasiado pronto para su gusto, pero habían sido dos años muy largos, dos años desde que tocara un cuerpo tibio y hermoso. La volvió a mirar, ciertamente ya no era tan hermosa, no había podido evitar dejar algunas marcas en el ya no tan inocente cuerpo. 
Se subió los pantalones, ni siquiera se había quitado los zapatos, así que no tardo mucho en abrir la puerta. Su segundo estaba impaciente, todos lo estaban, aunque los que iban a ser los últimos no tenían demasiadas esperanzas de tocar a la hermosa joven. Cuando les llegase su turno ya no sería hermosa, quizás para entonces la droga empezara a desaparecer y la mujer ya no les sirviera más. Todos sabían cómo acabaría aquello. La chica no podía seguir viva, sería demasiado arriesgado mantenerla allí. Podría escapar y avisar a las autoridades, sumando un crimen de violación a los que ya tenían.
El segundo hombre entró, el tercero después. Todos tuvieron su turno, y nadie se asombró de que la joven no llegara a despertar.
No hubo entierro, no hubo príncipe que la rescatara, no hubo final feliz, pero ciertamente hubo un final.

lunes, 11 de febrero de 2013

Un mundo feliz.

Hacer un resumen sin spoilers de este libro es muy dificil, al menos para mí.
En un mundo en que la ciencia ha triunfado y las personas son catalogadas desde su concepción en función de la ocupación que están destinados a realizar, encontramos a un hombre que se hace preguntas que no debería y no está del todo integrado en el sistema. Y a un salvaje, un joven que ha sido criado en una de las reservas de humanos que decidieron no avanzar tecnológicamente, hijo de una humana de clase Beta que se perdió en aquel lugar. Ahora, al regresar a la sociedad, el choque es inevitable.




Este libro, junto a "1984", son los más conocidos sobre distopías. Y es que a pesar de que lo que se nos plantea en principio parece una utopía (gracias a la tecnología se han acabado las guerras, el hambre, las enfermedades, la esperanza y la calidad  de vida son mucho mejores que actualmente), todo esto se ha conseguido perdiendo la identidad de la persona. Ya no hay cultura, que se considera peligrosa, y las ideas o actitudes genuinas son castigadas, el ocio de las personas debe ser consumista.  La soma, una nueva droga legal, evita cualquier depresión o estado de ánimo peligroso, dando una sociedad narcotizada y feliz en su ignorancia, la libertad sexual como contrapunto a la pérdida de individualismo e identidad, y el rechazo a los sentimientos reales.
Es un mundo en que Henry Ford es casi un Dios. El contrapunto, los humanos salvajes, son salvajes del todo, no hay un punto medio. En el prólogo de la edición que yo tengo, el propio Huxley dice que de haber escrito el libro años después, habría creado una zona intermedia, a medio camino entre las dos.
Es un libro corto, fácil de leer, la trama corre de una forma natural y uno puede leerlo de un tirón sin que le parezca que pasa el tiempo. Los personajes están bien construidos, aunque a mí particularmente no me cayó ninguno bien, al fin y al cabo son personajes extremos y desnaturalizados: el salvaje se lo toma todo demasiado a pecho, la chica es una más fabricada en serie, y el buen doctor, el único que se cuestiona ciertas cosas, es un cobarde.
Nunca dejará de sorprenderme que se escribiera en los años treinta y que se encuentren tantos paralelismos con la sociedad actual. ¿Vamos camino de que su libro se convierta en una profecía?
Acabo de reseñar esta obra maestra con una cita:

"En una época de tecnología avanzada la ineficacia es un pecado contra el Espíritu Santo".

viernes, 8 de febrero de 2013

Al otro lado del mar



Cuando tenía catorce años un anciano me leyó la mano. Me dijo que me casaría una sola vez y que sería muy feliz. También me auguró un viaje que cambiaría mi vida, un viaje cruzando el mar. El viaje en el que lo conocí.
Fui a Marruecos con mi marido, en unas simples vacaciones. Caminábamos por las calles, mirándolo todo, riéndonos, como tantos turistas. Y entonces pasó él, me miró a los ojos, y yo lo miré a él. Sin saber que en aquella cultura aquello era una invitación.
Pero él, como el cazador que era, vio en mí a su próxima presa. Esperó, paciente, a que me quedase sola.
Bajé al bar a tomar un té mientras mi marido se daba un baño. Él estaba esperando, y no tardó en acercarse.
-Una mujer tan hermosa no tendría que tener los ojos tan tristes.
Me quedé boquiabierta, nadie me había dicho jamás que mis ojos eran tristes, todo el mundo se fijaba en mi sonrisa, y daban por hecho que era feliz, risueña y divertida. Pero él vio la tristeza de mis ojos, las cosas horribles que arrastraba en mi alma. No lo tomé en serio.
-Ya. Pues deberías haberte fijado en mi anillo de casada, y no en mis ojos.
Sonrió, estoy segura de que pensando que era más divertido conquistarme si me resistía un poco.
-Pero el amor no entiende de contratos.
-¿Amor? Querrás decir lujuria.
-Bueno preciosa, ¿no empiezan todos los amores por la lujuria?
Su mirada era intensa, como si me estuviera leyendo por dentro, como si pudiera ver mi alma.
-Lo siento, pero deberías ir a conquistar a otra mujer con ese acento exótico.
-¿Exótico? Preciosa, aquí tú eres la exótica, con esos pantalones ajustados, ese pelo corto y esos maravillosos, maravillosos ojos verdes.
Me quedé sin palabras. Por suerte no me hicieron falta. Mi marido entraba en el bar y él desapareció tan rápido que llegué a preguntarme si era real.
Pero el destino tiene un sentido del humor retorcido.
-¡Ah! Estás aquí, te estaba buscando. Lo siento, pero me han llamado del trabajo. Tengo que volver.
-¿Se nos acabaron las vacaciones?
-Para mí sí. Pero tú quédate.
-¿Qué?
-Está todo pagado ya, disfruta de las vacaciones, amor.
-¿Y qué voy a hacer yo aquí sola tres días?
-Mujer hay excursiones, contrata un guía. No sé. Puedes simplemente tumbarte en la piscina a tomar el sol.
Ahí acabó la discusión. Aquella noche mi marido se fue y yo me quedé sola en la habitación. Pensando en unos ojos negros, que no eran los suyos.
Por supuesto, él apareció al día siguiente.
-Tu marido es un hombre valiente.
-Buenos días a ti también. Veo que no vas a seguir mi consejo de  buscar a otra mujer.
Sonrió, como solo algunos hombres saben hacerlo. De una forma tan sensual, tan lenta, tan deliberada, que las mujeres solo podemos temblar, y rezar porque no vuelva a sonreírnos así.
-Por hoy no.
-Pues tenemos un problema, porque yo no quiero estar contigo.
Mentí. ¿Qué otra cosa podía hacer? Pero no me creyó, sabía demasiado de las mujeres como para creerme, así que me propuso un trato.
-¿Qué te parece si te muestro la ciudad? Digo la verdadera ciudad, no la versión para turistas. Prometo no insinuarme.
Acepté. Tenía demasiada curiosidad, por la ciudad, por él, por si sería capaz de cumplir su promesa.
Los siguientes días fueron un sueño. Me mostró una cara de Marruecos que jamás habría conocido sin él. Me llevó por callejuelas que aún hoy están en mis recuerdos. Los sitios que visitamos, los olores, las personas que me presentó. Cumplió su promesa. No hizo ninguna insinuación, y no me siento orgullosa de admitir que deseaba que lo hiciera, deseaba volver a ser tentada, y deseaba más aún caer en la tentación.
Era un hombre culto, divertido y sensual, aunque no me dijese nada, yo sabía que pensaba en mí, desnuda bajo él. Se lo veía en la mirada, en la forma en que contenía sus manos para no tocarme, en la forma en que se acercaba a mí, para retirarse un segundo después, como si se hubiese acercado sin querer.
Y llegó la despedida.
-Cumplí mi promesa. Ahora te ofrezco otro trato. Ven a mí. Mañana deberías partir a tu país. No lo hagas. En vez de montar en ese avión, ven a mí. Te esperaré en la plaza donde te vi por primera vez. Y ni se te ocurra fingir que no sabes a qué lugar me refiero. Sé que sentiste lo mismo que yo. Si vienes, arreglaremos los papeles para tu divorcio. Me casaré contigo en cuanto estés libre de nuevo. Y te prometo, y ya sabes que cumplo mis promesas, que te haré feliz el resto de mi vida.
Se fue, sin dejarme responder. Sin dejarme decirle adiós. Él estaba seguro de que ganaría. Porque siempre ganaba.
Pasé la noche en vela. Lo que me ofrecía habría sido irresistible, si yo no tuviese un marido ya, si no le amase, si no me hiciese feliz.
Pero tenía un marido al que regresar, un hombre que me amaba, al que yo amaba. Y amé. Amé a mi marido hasta el mismo día de su muerte, en realidad aún lo amo. Me hizo muy feliz, él me entendía, y yo a él.
Pero todas las noches, antes de dormir, unos ojos negros me acechan, me preguntan por qué no fui. Y una parte de mí sabe que aquel amor, el amor que me esperó al otro lado del mar, era tan verdadero, tan real, como el amor de mi matrimonio, con una salvedad. Aquel amor nunca llegó a ser, no se amansó con los años, no se apagó para convertirse en el calor que calienta pero no quema. Aquel amor fue siempre una llama a punto de prender, una promesa en el aire, un adiós sin pronunciar. Una fantasía al otro lado del mar.


lunes, 4 de febrero de 2013

El rescate.

Lady Gillian prensenció como su padre era asesinado por el barón Alford cuando ella apenas tenía cuatro años. Ahora, catorce años después, el barón ha vuelto a llamarla a sy presencia. Pero cuando ve que él ha secuestrado a un pequeño escocés para asesinarlo decide salvar al niño. Juntos llegan a Escocia yacuden al padrino del niño para buscar ayuda.....



Este libro me encantó. Me enamoré de Brodick en "El secreto", donde sale de secundario y me quedé con las ganas de más. Cuando me enteré que tenía su propio libro di saltitos de alegría. Por suerte no me defraudó. La historia es estupenda, está ambientada de tal manera que te parece estar haciendo el viaje por aquellas tierras. La dulzura de Gillian con el niño y la forma en que saca fuerzas de flaqueza me conmovieron.
Y claro, Brodick, tan serio, tan duro, tan... así, y de pronto lo ves con su ahijado y claro, te derrite.
Julie Garwood hace un gran trabajo, creando una novela fantástica e inolvidable.

Lo mejor es
 SPOILER
Me encanta la escena en que él dice que no va a gritar y ella se enfada porque no le da opción... aunque no grita.

viernes, 1 de febrero de 2013

La madrastra



Toda su vida había sabido que se casaría con un rey, para eso estaban las princesas, para ser vendidas a reyes de otros reinos más poderosos. Pero no esperaba que, en vez de a un apuesto príncipe, su padre eligiese a un viejo que tenía una hija de su edad. Bueno, al menos tendría una amiga.
Bajó nerviosa al Gran Salón, era su primer día como reina.
–Buenos días.
–Así que tú eres la nueva mujer de papá. Vaya, esperaba que al menos fueses más guapa que la anterior...
Y con esa frase se evaporó cualquier posibilidad de ser amigas, como se evapora el agua en un día de calor.
–Vaya, no sabía que el rey había tenido más mujeres aparte de tu madre.
–Oh, sí, mi padre colecciona cosas bonitas: jarrones, alfombras, cuadros, mujeres…
Se oyó un crujido muy parecido al de los nudillos de una reina a punto de pegar a una princesa…
–Ahá –si decía una palabra más, el crujido acabaría siendo el de la cara de la princesa.
–Pero claro, ninguna es tan guapa como lo era mi madre. –se encogió de hombros– o  como lo soy yo. Tú, desde luego, estás bastante lejos de esa belleza. Quiero decir de la mía, claro.
La habitación estaba en silencio, ningún sirviente, súbdito o animal de compañía quería perderse la conversación. La recién llegada era la reina, y por tanto, tenía potestad sobre la princesa, pero ¿se atrevería con la niña de los ojos del rey?
La reina observaba a, su no tan niña, nueva hija. <<Le daría unos azotes si fuese más pequeña, pero no me veo poniéndome sobre las faldas a una mujer diez centímetros más alta que yo>>.
–Pero no me malinterpretes, estoy muy contenta contigo, a tu lado seguiré siendo la más bella del reino.
<<¡Por Dios! ¿Es que esa… no tenía moderación ninguna?>>.
–¿Y qué te hace pensar que eres tan hermosa, jovencita?
La reina pensó que el “jovencita” dejaría claro que ella era la reina, y por tanto, mayor, aunque sólo fuese en título. Por su parte, la princesa parecía tan confusa que un observador experto habría pensado que estaba desarrollando la Teoría de Cuerdas.
–Pues porque…  no sé, lo dicen todos. Pregunta.
La reina se giró al público, que acababa de recordar, como si fuesen uno solo, que estaban realmente ocupados en… bueno, en cosas.
–Tú, el camarero. ¿Es guapa la princesa?
El camarero se sonrojó, ninguna reina le había hablado antes, y prefería que hubiese seguido así durante al menos unos treinta o cuarenta años. Eso le garantizaba que no lo llevarían a la horca por ofender a una de las damas. No se engañaba, dijera lo que dijera ofendería a una de ellas. Optó por defender a la princesa; después de todo, ella solía quedarse, mientras que las nuevas reinas…
–Sí, alteza, la princesa es muy hermosa.
La reina parecía muy poco conforme. La mujer que ella tenía ante sí era mona, sí, pero no era para tanto…
–¿Y por qué es tan hermosa?
Ahora el camarero no parecía sólo incómodo, sino realmente alterado. Si decía que la princesa tenía un buen par de… ojos, quizás fuese el rey quién lo ahorcase.
–Tiene una hermosa piel blanca y sin defectos.
–Ya. ¿No te has enterado que la palidez ya no se lleva? La gente paga dinero por estar morena.
En aquel momento, el camarero parecía muy arrepentido, muy avergonzado y un montón más de “muys” que esperaba garantizasen su vida.
–Está bien, vete.
La reina preguntó entonces a una dama, pues sabía que, siendo mujer, no estaría tan dispuesta a regalar cumplidos a la odiosa muchacha.
La dama de la Corte, efectivamente, tenía muchos rencores hacía la princesa, en su mayoría relacionados con un joven y apuesto cazador. Pero no era tonta, y sabía muy bien que la reina, como todas, duraría un par de meses, y la princesa en cambio… seguiría siendo la niña mimada del Rey.
–Por supuesto, mi reina, que la princesa es muy hermosa.
La reina, ya picada, preguntó:
–¿Más hermosa que yo?
En honor a la verdad, la reina era muy pero que muy hermosa. Tanto que quizás el rey no se hartase de ella… <<uff… ¿y ahora que digo?>>.
–Vos sois muy hermosa, mi reina.
La reina parecía un pelín exasperada y un pelín furiosa… por supuesto un pelín muy grueso y largo, de los que él sólo bastaría para hacer un abrigo a tres mujeres “grandes”.
–Eso no es lo que te he preguntado.
–Ya… bueno, sí, supongo que es más hermosa que vos, mi reina.
La princesa estaba tan complacida consigo misma que podría haberse tendido en una camilla y dado besos por todo el cuerpo, si hubiese podido estirar lo suficiente sus hermosos y rojos labios.
La reina en cambio…
–¡Tú!
-¡Sí, tú, el narrador! Tú eres imparcial, ya que no estás aquí.
–Bueno, señora…
–Reina o alteza, si no te importa.
–Sí claro, alteza. Lo que quiero decir es que mi opinión no puede ser tomada en cuenta, ya que yo realmente no estoy allí. En realidad, ni siquiera existo. Sólo soy una voz en off que aclara algunas cosas al lector, que tampoco está allí.
–¡Pero tendrás opinión!
–De eso nada, señora.
La reina estaba tan molesta como le permitía su porte regio, pero estaba empezando a considerar desprenderse de su corona para tener algo duro y puntiagudo con que atacar a alguien.
–¡Por Dios! ¡Si le preguntara a un espejo de esta Corte, me diría que la princesa es la más hermosa!
La princesa también empezaba a estar harta, pero ella no tenía ningún problema en mostrarse poco acorde con la etiqueta.
–Vale ya, ¿no? Eres una envidiosa y una engreída. No eres la más bella de este reino, ¿y qué? Ya lo eras de tu reino, ¿no? Pues confórmate, ahora sólo eres la madrastra, y si sigues así, pronto se añadirá un “malvada” a tu apelativo, bruja.
–¿Crees que soy una bruja? ¡Pues prepárate!
La reina se dio la vuelta y se marchó a su habitación. Estaba furiosa con aquella niña, que para colmo no era ni la mitad de guapa de lo que se creía. ¡Ojalá fuese una bruja de verdad, le daría un escarmiento!
La princesa por su parte, que aunque era mona, no era nada inteligente, estaba muy asustada. Creía que había enfadado a una bruja, y todos sabemos, incluso yo que no estoy, que eso bueno bueno, no es.
La princesa se encogió de hombros. Por muy mala que fuese su nueva mamá, no iba a hacerle nada aquella tarde, y ella había quedado con un cazador de lo más apuesto. Eso sí, en secreto, que no es conveniente que una princesa se vea con un plebeyo pobretón, por muy guapo que sea.
La reina necesitaba dar un paseo, tenía que decidir cómo lidiar con la situación. En realidad no le importaba mucho no ser considerada tan guapa como su hijastra, lo que la molestaba era esa actitud de “soy tan hermosa que se enamorarían de mí aunque estuviese inconsciente y metida en un ataúd”. ¡Ojalá fuese una bruja, le daría una puñetera manzana de esas que te quitan de en medio por una temporada…! Pero ella era una simple princesa… ¡No, una reina! ¡Valiente primer día de reina! No podía ser peor…
Y entonces el día mejoró de golpe.
–Ejem, ejem…
La princesa estaba pálida, y por una vez no era por su blanca piel. La habían pillado con las manos en la masa. Bueno, más bien con las manos en el cazador.
–¡Mamaíta querida!
La reina levantó una ceja, había pasado de ser la “malvada madrastra” a “mamaíta querida” en lo que se tarda… ¿en quitarle los pantalones a un cazador?
–Hola, mi preciosa hijita.
–No lo contarás, ¿verdad?
–mmm… es el deber de una amante esposa no guardar secretos a su marido.
La reina estaba disfrutando con esto casi tanto como disfrutaría de un helado de chocolate con almendras.
–Pero es normal que las madres tengan secretos con sus hijas, son… cosas de mujeres. –la princesa afirmaba con tanto énfasis que parecía que en vez de cuello tenía un muelle.
–No sé, no sé…
El cazador estaba retrocediendo discretamente. Algunas cosas es mejor que las solucionen las mujeres solas, en especial si esas mujeres pueden mandarte al calabozo por abrir la boca.
La reina se encogió de hombros.
–Da igual, de todas formas tu padre ya ha concertado tu matrimonio para dentro de tres meses, así que si quieres divertirte un poco…
La princesa había pasado del “blanco, me han pillado in fraganti” al “morado, eso no puede ser”. La reina se apiadó de ella.
–Lo siento, creía que lo sabías… tu matrimonio con mi hermano, el heredero de mi reino, se acordó a la vez que el mío con tu padre.
La princesa miró descorazonada al cazador. Se tornó de un tono rojizo que ciertamente la hacía parecer hermosa.
–Pero… yo… lo quiero a él.
–Quizás, pero ¿lo querrás cuando no tengas criados? ¿Cuando no pueda comprarte ropas lujosas? ¿Cuando seas tú la que tenga que cocinar y limpiar la casa?
La princesa pareció dudar un momento. El cazador estaba tenso, como si de su respuesta dependiera la existencia del mundo entero.
–Sí.
La reina sonrió. Después de todo, la muchacha no era tan mala, hasta tenía corazón.
–Entonces vete, fugaros juntos y vivid en el bosque, donde nadie se atreve a entrar.
La princesa y el cazador se miraron, con un montón de preguntas flotando entre ellos como globos llenos de helio. ¿Podrían vivir en el bosque? ¿Sería capaz la princesa de sobrevivir sin comodidades? Y por el amor de Dios, ¿habría algún lobo que quisiera comérselos para la merienda? La princesa dio un paso hacia el cazador y él la correspondió, no pasa todos los días que una princesa se fije en un simple siervo.
La reina observó cómo se adentraban en el bosque cogidos de la mano, y volvió al castillo.
La desaparición misteriosa de la princesa pronto fue la comidilla de toda la Corte. Las malas lenguas recordaban a una madrastra que quería ser más hermosa que su nueva hija… ¿Sería cierto que la nueva reina era una bruja? ¡Y también el cazador había desaparecido! ¿Acaso le habría encargado la reina que se deshiciese de su rival en belleza?