Bienvenidos a este, mi pequeño espacio. Las letras son mi pequeña obsesión, por lo que me encantaría compartir con vosotros los resultados de esta pasión. Compartiré mi opinión de los libros que vaya leyendo, pero además me gustaría que podaís leer mis propios cuentos, relatos y escritos. Es un espacio personal, pero espero poder convertirlo en algo que podáis disfrutar conmigo.

lunes, 14 de enero de 2013

Un instante



Esta historia no empieza en una noche lluviosa y una casa solitaria, no se escuchaba la madera de una vieja casa crujir, ni el repicar del viento en las ventanas, ella no estaba sola y nadie la hizo temblar de miedo y anticipación. No tuvo un mal presagio que la avisara. Pero pasó, en un instante, como casi todas las cosas importantes en la vida, en un simple instante y sin que nadie le gritara: ¡Atenta! ¡Todo va a cambiar!
Sus amigas y ella reían sentadas en un banco del parque ¿se necesita algo más  para ser feliz? El sol en la cara, las amigas de verdad a tu alrededor, unas cervezas para compartir ¿quién diría que la vida no era perfecta?
Lucía cerró los ojos para notar como el sol calentaba su piel, sus amigas bromearon con ella porque parecía “una lagartija” siempre buscando el sol como si no tuviese sangre caliente…
Era tan inocente, tan encantadora, tan hermosa y natural…fue toda una casualidad que precisamente en ese momento el semáforo se pusiera en rojo y él parara allí, justo para verla inclinarse al sol como un girasol. Justo para desear privarla de luz, ver como se marchitaba, como una flor en un jarrón, como un pajarito sin luz… Ella sería la próxima. Sonrió con su cara de hombre corriente, ese tipo de cara que todos olvidan, la del hombre que se sienta a tu lado en el metro, la del repartidor de pizza, la del señor que te da la hora, al que le compras el periódico, el hombre que no miras dos veces porque estas demasiado ocupado con tu vida. Con la cara que, sabía, le permitía hacer lo que quisiera.
El semáforo cambió de color y él continúo su camino, aquel instante la había marcado y ella ni siquiera lo sabia, nunca lo sabría. Pero él no marchó lejos, se detuvo apenas tres calles atrás.  Se bajó del coche, cogió su paquete de cigarrillos y empezó a caminar. No tardó más de cinco minutos en llegar al parque.
-¿tenéis fuego?
-No señor, no fumamos.
-Haceis bien, niñas, seguir así.
Las chicas no le dedicaron ni un solo pensamiento más a ese hombre de mediana edad ¿Cuántas personas te piden fuego a lo largo de un mes? ¿recuerdas la cara de alguno?

Dos horas más tarde, puede que más, el tiempo pasa tan deprisa cuando te estás divirtiendo, las chicas se separaron. Empezaba a anochecer en ese día de verano y eso significaba que tenían que volver a casa para cenar, después irían a alguna terraza de un bar, y aprovecharían una mesa con una consumición hasta que el camarero empezara a ponerles mala cara, al fin de cuentas, eran estudiantes y el dinero no daba para ser espléndidas.
Cada una tiró por un camino distinto, quiso el destino que aquel día ninguna de las chicas fuesen juntas a casa, podría haber sido distinto si Sofía hubiese ido a casa de su abuela, que vivía justo al lado de Lucía o si hubiesen querido comer una hamburguesa, o quizás, si todas hubiesen ido a cenar a casa de Amanda, cuya madre las recibía encantada al menos una vez por semana. Pero aquel día nada de eso pasó, y Lucía se encaminó sola a su casa, inconsciente de que su mundo no volvería a ser el mismo después de aquella noche, tarareando una canción se acercaba sin ningún tipo de premonición  a su atacante.
El único aviso que tuvo fue un cuchillo en su garganta, tan apretado a su piel que ya le estaba haciendo sangre. No hubo un “si gritas te mato”, ni un policía pasó casualmente por allí, ningún atractivo y misterioso hombre la salvó, y ella no luchó por su vida con éxito. El monstruo no fue vencido y las sirenas de policía no sonaron justo cuando ella le había arrebatado el cuchillo y lo tenía derribado en el suelo.
El monstruo consiguió exactamente lo que quería, el girasol se marchitó como si hubiese estado demasiado tiempo en un jarrón, lejos del sol y del agua.
Su madre pensó que su hija se retrasaba porque estaba con sus amigas, sus amigas, que no había tenido ganas de salir una vez había llegado a casa. Tardaron horas en encontrarla, tardaron días en curar sus heridas, tardaron meses en escuchar su voz de nuevo, tardaron toda una vida en volver a verla cerrar los ojos al sol y pensar que la vida era perfecta.


6 comentarios:

  1. Increíble relato, muy intenso, la forma de expresión me gusta, es muy clara pero a la vez sin detalles morbosos.
    Besitos.

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    1. Gracias Susana! No estaba segura de colgarlo...por si era demasiado macabro :S

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  2. Un tema muy intenso, muy bien relatado.
    Un saludo!!

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  3. Hola, Miriam. Un relato directo, intenso sin maquillaje. Muchas veces no queremos ser directos a la hora de escribir por el qué dirán o pensarán. Pero me ha encantado la manera de relatarlo.

    Besos
    M.B

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    1. Muchas gracias. Viniendo de ti es todo un cumplido.
      Besos!

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